TERROR EN EL PROBADOR

Seguro que más de una persona se sentirá identificada con lo que voy a explicar.

El sábado por la tarde me decidí a ir de compras. Cogí un vestido y me aseguré de que la talla fuese la XL.

Entré en el probador y me dispuse a probármelo. Hice entrar el vestido por el cuello, pero cuando le pasé el primer brazo me empezó a apretar enormemente. Me dije: tal vez tienes que meter el otro brazo para que vaya mejor. Así lo hice. De pronto vi que el vestido no bajaba, pero tampoco subía. ¡Madre mía! No me lo puedo quitar. Me puse los brazos del derecho, del revés, la cabeza hacia abajo y… en ese momento…vi una hilera de pares de pies tras las cortinas. Durante el rato que había estado en el probador, había organizado una inmensa cola. Y yo seguía luchando por quitarme la prenda. Al final, con la cabeza casi en el suelo, logré sacar un pecho, luego el otro, un brazo, después el otro y al final la cabeza con unos cuantos pelos de menos y el cabello electrizado cual mujer que acaba de pasar por una secadora industrial.

Salí con la cabeza bien alta, más bien para no encontrarme con las miradas de quienes esperaban. Me marché sin ganas de probarme nada al menos durante un mes.

Creo que los modistos tendrían que aprender un poco de matemáticas.