26/6/10

RABIA Y DOLOR

Reconozco que he llorado, pero de rabia, de no haberte tenido en casa con nosotros, con tus nietas, contándoles historias de su padre, por ejemplo de aquel coche que te iba a atropellar cuando se te voló un dibujo que hizo él. Decidiste quedarte en tu casa, algún día lo comprenderé, pero permíteme que ahora me sienta así. El tiempo hará que comprenda mejor tu decisión.

Ahora, sentada al ordenador, en aquella habitación que nos organizaste cuando estábamos de vacaciones, empiezo a recordar cuando te conocí.

Era el verano del 80. Carlos nos invitó a mi amiga Juani y a mi a Morón de la Frontera, vuestro pueblo.

Aunque ha pasado mucho tiempo desde entonces, lo recuerdo como si fuera ayer.

La fonda Pascual era un inmenso vergel con olor a jazmín. Los patios, encalados de blanco, jugaban con el verdor al escondite. Los niños corrían entre pasillos y terrazas haciendo travesuras.



Allí se labró el futuro. Allí nacieron amores que han permanecido con los años. Allí nos conocimos en una época en que todo eran deseos e ilusiones. Allí nos bebimos veranos entre “tintos de verano” y tapitas. Allí nos sentimos la familia más grande del universo.

En la puerta de la fonda, la yaya y sus cuatro hijas se sentaban al fresquito de la noche. Poco a poco se iban acercando los amigos y la tertulia daba vida a la plaza del ayuntamiento de Morón. Doña María, la yaya, era el centro de atención con su gracia especial. Sus cuatro hijas, entre risas comentaban muchas cosas: Rosa explicaba qué artistas vendrían ese año al “Gazpacho de Morón”, festival flamenco. Vicenta hablaba de organizar encuentros, Carmela contaba como conoció a tío Emilio y Maruja sonreía y recordaba con su impresionante memoria anécdotas de la infancia.

La yaya marchó, después Rosa y ahora tú, Maruja. Zaragoza no será lo mismo sin ti. ¿O tal vez si? Allí está tu costurero donde guardabas tus recuerdos: la revista que me enseñabas donde Carlos había puesto “Encarna está como una cábala” y que te hacía mucha gracia, o los dibujos y dedicatorias que te habían hecho tus nietas. Guardabas en él fotos de Pedro Antonio, de tus otros hijos, y de tus nietos. Tu vida estaba dentro de esa caja de tela bordada. Sé que, cuando la abra, estarás tu volviéndome a enseñar todo su contenido y las estrellas jugarán con mis lágrimas para conseguir una sonrisa.

Tengo ganas de volver a Zaragoza y enfrentarme con el recuerdo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Es precioso, Carmen,

Aunque sé que no puedo, si se os ocurre algo que os pueda ayudar, contar conmigo.

Un besazo,

Noe.

Anónimo dijo...

Buenas tardes, te escribo desde Morón de la Frontera, y que gracias a una ciberamiga me ha llegado tu blog, no se si sabrás que la Fonda Pascual ya no existe,es una pena, sí, me alegra saber que te has llevado unos gratos recuerdos de nuestro pueblo, decirte también, que por mucho tiempo que pase, siempre estarán ahí.
Un saludo
Hasta siempre

María

REVUELTA dijo...

Gracias Noe por tus palabras.
Bezitoz

REVUELTA dijo...

María, la fonda Pascual forma parte de la historia de Morón, de nuestra historia. Aunque haya un edificio nuevo, las calles respirarán la música de Diego del Gastor, Estrellita Castro y muchas personas que estuvieron en un lugar y en un tiempo que hará historia.
Bezitoz

Pandora dijo...

Qué post tan lleno de sentimiento.

Sin duda, Maruja tuvo que ser una mujer genial.

Un beso, guapa.

REVUELTA dijo...

Pandora, desde luego era una mujer genial como tu dices. Carlos se parece mucho a ella. Ella era de una época de sumisión de la mujer, muy religiosa, pero tenía un gran sentido del humor y le guardaba a Carlos todos los comics del Calvo que salían en el Heraldo de Aragón.
Echaré de menos sus llamadas por teléfono los domingos por la tarde. Su memoria era asombrosa, nos felicitaba a todos por nuestro cumpleaños y por nuestro santo, que a nosotros mismos se nos olvidaba.
Bezitoz

Anónimo dijo...

¡ay Encarna! qué conmovedora eres, no pierdas ese don nunca,ni dejes de querer a tu gente así de bien. Un abrazo enorme, familia!

REVUELTA dijo...

Gracias greengirl. Este fin de semana he estado en su casa y su retrato estaba en el hogar. No encontré su costurero y me dolió. Tal vez no sepa buscar.
Como decía Manrique: Quan pronto se va la vida, como se llega la muerte...tan callando.
Cuando me levanté por la mañana, un rayo de luz iluminaba su retrato. El salón se llenó de vida y, con mi maleta de viaje, salí a ver una Zaragoza que despertaba radiante y el canto de los pájaros, que me decían que era una buena mañana.
Bezitoz