Ayer dejamos aparcado el coche y nos decidimos a caminar. Fuimos a las fiestas de Prospe, un barrio de Nou Barris de Barcelona al cual, en comentarios anteriores os he dicho que estoy muy unida. Paseando por las calles, nos dimos cuenta que el barrio estaba transformado. Espacios que en otros tiempos eran descampados y barrizales, ahora son placitas para el disfrute de los vecinos. Las luchas reivindicativas han tenido su fruto.
Seguimos caminando y, de repente, apareció al asombro de nuestras miradas, una calle de tierra con huertecitos encerrados entre bloques de pisos. Es en el barrio de Porta.
Unas personas de avanzada edad estaban regando con esmero las plantas de los cuadrantes, no doy más información porque no entiendo de cultivo. Es como revivir el cuento “Una violeta en el Polo Norte”.
La satisfacción de lo visto nos empujó a seguir callejeando. Sentimos a lo lejos una melodía conocida: habaneras. Nos fuimos acercando a una placita hasta meternos en el mar de las canciones. Quedaba el aroma de un ron cremat extinguido unos minutos antes, los amigos i el vaivén de “La Bella Lola”.
Entre risas, mi memoria jugaba a recordar todos los años vividos en este lugar.
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