30/5/10

UN LIBRO DE PLATÓN

De los más de mil libros que me dejó mi hermano, casi todos forrados con papel de embalar, hoy he descubierto uno dibujado por él. Tendría unos catorce años cuando lo hizo, hace ya cuarenta y cuatro años. Los pececillos de plata han jugado con muchos forros y se han deleitado con buenas merendolas. A base de zapatazos he evitado que siguieran comiendo. Muchos libros están agujereados, pero los conservo así.

Mi vista ya no es la de antes. Las letras pequeñas de esos libros ya no las puedo leer.

Descubrí la lectura muchos años después que Eduardo. Me limitaba en aquellos tiempos a hacer resúmenes de libros que me obligaban en el instituto y de los cuales, lo reconozco, sacaba muy buenas notas. Mi secreto… leía la primera página del libro, una del medio y otra del final. Me empapaba de la época y de la corriente del momento y daba una buena opinión personal.

Tuvieron que pasar años para amar la lectura, descubrir un mundo con palabras escritas que me aportaban conocimiento, imaginación y descubrir aventuras.

La sabiduría de mi hermano, Eduardo, a los veinte años, nos deleitaba a mis padres y a mi. Y hoy pienso…siento rabia, resignación y me queda el recuerdo de una historia bonita que se truncó un catorce de Enero de mil novecientos ochenta y tres.

Soltar un taco qué bien me vendría ahora.

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