Los cazadores tendrían que dedicarse a inventar robots, dejarlos en el monte y tirar a los tornillos que tienen. Siempre he pensado que, detrás de esos buenos modales, compostura y elegancia hay ratas sedientas de sangre.
Vivimos en un mundo de avances tecnológicos impresionantes. Me puedo comunicar con alguien que está al otro lado del mundo. Las grandes potencias discuten sobre bombas nucleares, engordar sus bolsillos a base de hundir al más débil. Pero ahí está la señora naturaleza. Inundaciones, terremotos, un volcán que tan solo con un bufido paraliza un continente y si se le provoca más puede lanzar unas bombas que se ríen de las creadas por el hombre. No nos damos cuenta de que estamos viviendo en una torre de naipes.
Conservemos esa flor que intenta brotar en tierra esteril.
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