DISFRAZ EN BLANCO Y NEGRO

Mi madre y mi padre se hicieron cómplices de mis inventos a lo largo de mi infancia y adolescencia y me proporcionaban todos los materiales que necesitaba para mis inventos.
Recuerdo una vez, tenía nueve años, quería hacerme un vestido para disfrazarme. Mi madre me enseñó a coser a máquina y, con todos los retales que ella tenía, me hice un vestido largo hasta los pies, ceñido por la cintura, lleno de piezas de colores y de diferentes formas y tamaños. En el escote puse una cinta de lazo de Navidad que ricé en todo el borde. Salí a la calle un febrero, en una época en que todavía estaban prohibidos los carnavales. Había gente que, sorprendida por la originalidad de la prenda, me hizo fotos, unas fotos que a mi pesar, eran entonces en blanco y negro, no podían plasmar todo el color de la vida que había en aquel vestido.
Hoy pienso en todo aquello, y me siento más atrofiada. Hoy iría a comprar los materiales, y pediría que fuesen de tal calidad, esperaría un día en concreto para no hacer el ridículo y me haría miles de fotos con la cámara digital porque seguro que alguna saldría bién. Hoy añoraría un momento volver a crear una obra de arte de todo lo que nos sobra en casa, de todo aquello que vamos acumulando y permanece olvidado en los rincones de la casa.
Hoy, haría un bello objeto de nuestros recuerdos polvorientos, para volver a darles vida.