27/3/08

LA CASA DE LA CALLE REAL


Este verano, paseando por la Calle Real de Guadix, Carlos y yo nos aventuramos a entrar en la casa donde nací. Lo hicimos por el agujero donde había estado la puerta de entrada del callejón al huerto. Todo en el interior estaba salvaje, la maleza había borrado los espacios de tierra donde jugaba con mis primos. El peral estaba cuajado de peras y sus ramas parecían buscar el suelo para descansar de su peso. La higuera, grandiosa, todavía guardaba su rama que había utilizado yo de columpio. La otra higuera que antes estaba separada ahora parecía abrazarse a su compañera por multitud de ramas y hojas que se confundían en la frondosidad del paisaje.
Seguimos adentrándonos y vimos un agujero muy grande donde manaba agua limpia, era el pozo que se había hundido y ahora ya no quedaba nada de lo que había sido antes. Mas a dentro, las parras llenas de uvas se esparcían salvajes buscando su ruta perdida.
Entramos en el patio y…Dios mío, que desolación, que sensación de abandono. Las dos columnas de mármol permanecían erguidas, sujetando las zapatas, sobreviviendo al paso del tiempo. Pero ¿cuanto mas podrán aguantar ?
Las vigas del claustro hechas de maderas nobles aguantaban estoicamente el piso de arriba.
Pasamos por la puerta principal del patio y vimos que todavía estaba la cuerda con su campanita que nos servia para abrir desde arriba.
Subimos por la escalera con su baranda de hierro hasta el primer piso. Por el corredor que bordea al patio una de las ventanas había desaparecido, los cristales de las otras todavía mantenían el color de azulete que mi madre les había puesto.
Recuerdo que hace años mis padres me pusieron una cama en lo que había sido anteriormente comedor. Una noche de luna llena fui a ver una película de vampiros. Cuando ya estaba en la cama conciliando el sueño tuve un sobresalto que casi me dejó sin habla:
vi de repente reflejada en la pared la sombra de un gigantesco vampiro. Miré a mi izquierda y pude observar el objeto que lo había causado. En el ventanuco lateral había un pequeño murciélago y tras él la luna llena que hacia el efecto de proyector sobre la pared de enfrente. Una vez resuelto el enigma pude dormir tranquila aquella noche.
Cuando ahora he vuelto al lugar recordé aquella anécdota con una sonrisa y cierta melancolía a la vez.
Ahora, veo la casa que agoniza y siento que parte de mi se va desmoronando con ella.
Como desearía que alguien la pudiese adquirir y la rehabilitase como yo la recuerdo y, quizá mejor, como era antes de que yo naciera. Que volviera a ser como cuando en ella vivía mi abuela, sus hermanos y sus padres, con su cocina de invierno, de verano, sus numerosas estancias, sus caballerizas con el suelo empedrado, su huerto con numerosas parras, sus higueras, sus perales, su jardín lleno de rosas de diversos colores, su pozo con su brocal de piedra y con el agua al alcance de la mano, su pila donde me bañaba y su encanto al pasear por el lugar.
Mi madre me contaba que mi padre iba a ver a su tío Antonio, que se hizo cargo de la casa a la muerte de sus padres, y se ponía tras los rosales con el objeto de verla. Ese fue el inicio de la relación de ellos.
Y yo, su única hija superviviente, contaré lo que pueda de su historia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que desastre.

Todo ese asunto de casas abandonadas.

Y que debieran donarse sin más; a gentes como usted (y su Carlos).

Mi afecto.

JCuadrado

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Anónimo dijo...

Esa casa es mi niñez y veo como parte de mi vida se desmorona con ella. Por eso escribo acerca de ella para retener parte de lo pasado.Ahora seria muy dificil reconstruirla. Solo deseo que alguien con un capital potente pueda recuperarla como era.
Gracias por tus palabras J. Cuadrado, me siento mas acompañada.